De cómo la
guerra por el indulto se convirtió en la batalla final por el futuro del
fujimorismo. Los amistes, los desamistes y las estrategias. Todas las movidas
de los albertistas para desarmar al keikismo, y viceversa. Además: qué pasa por
la cabeza de Kenji.
Marco Sifuentes.
INFOS.
En estos días
Keiko Fujimori sabe que si recibe una llamada a cierto celular desde un
teléfono público la conversación no será agradable. Por ejemplo:
–No vamos a
esperar hasta el jueves –le dijo su padre cuando la llamó hace dos semanas.
Era el lunes 29
de octubre. Horas antes, los cuatro hermanos habían acudido a una misa por la
salud del ex presidente, en Ventanilla. A la salida la prensa la abordó con el
tema de moda: ¿por qué Fujimori no había firmado su pedido de indulto, como
estaba exigiendo la comisión de Gracias Presidenciales?
Con la ley en
la mano, Keiko dijo que pedir la firma de su padre era una “leguleyada” y que
ya se reuniría con él el jueves para discutir esta situación.
En ese
instante, Alberto Fujimori, que estaba viendo las noticias en la televisión de
32 pulgadas instalada en su estudio/área de visitas, casi pega un brinco.
¿Hasta el jueves que, además, era feriado? ¿Por qué esperar tanto? Nakasaki ya
le había explicado la semana pasada que él podía “adherirse” a la solicitud de
sus hijos y estaba dispuesto.
Se puso algo
para abrigarse y salió al patio del amplio y solitario penal de Barbadillo. Era
de noche. Caminó unos metros y entró al tópico del penal, donde se encuentra el
teléfono público que usa cuando quiere comunicarse con el mundo exterior.
–No vamos a
esperar hasta el jueves –le advirtió a su hija cuando ella, finalmente,
contestó.
Ni siquiera iba
a esperar a firmar efectivamente el documento. Al día siguiente, el martes,
escribió en un papel un breve mensaje anunciando la futura firma. La “carta de
puño y letra” fue difundida de inmediato a los medios por Carlos Raffo. Otra
pequeña batalla ganada por el albertismo.
ALBERTISTAS Y KEIKISTAS
La división
entre albertistas y keikistas no es una novedad; surgió en pleno desastre de la
segunda vuelta del 2011. Lo que sí es insólito, aunque sus estilos sean distintos,
es que ambos estén bregando por una sola causa: el indulto. El mismo Fujimori
ya lo había descartado.
–Si salgo, ¿a
dónde me voy a ir? –había llegado a decirle, lánguidamente, a alguien que fue a
visitarlo el año pasado.
No es poca
pregunta. Keiko tiene a su esposo y su familia. Kenji vive con su novia. Sachi
anda entre Alemania y Estados Unidos. Hiro tiene su vida hecha en Japón. Es muy
raro que los cuatro estén en Lima a la vez, como sucede en estos días.
¿Qué pasó?
LA VIDA EN BARBADILLO
Aquí hay que
abrir brevemente la historia clínica y psiquiátrica de Fujimori. La primera
operación en su lengua fue en 1997, para extirpar un cáncer que se le ocultó al
país entonces. Las siguientes fueron en 2008, 2010 y 2011, para tratar
leucoplasias, lesiones que podrían convertirse en cáncer.
Después de la
intervención de febrero del 2011, en plenas elecciones, Fujimori bajó de peso y
nunca lo recuperó. Se le diagnosticó depresión. Un psiquiatra lo visita dos
veces a la semana y le prescribe medicamentos. La derrota electoral no ayudó a
su estado emocional.
Ha perdido
parte de la lengua y, por eso, a veces habla más lento de lo habitual. Como se
puede observar en las fotos publicadas esta semana, ya no cultiva, como al
inicio de su condena, rosas en el jardín de la Diroes. No tiene ganas.
Tiene un
maestro de pintura pero no ha avanzado mucho en su técnica. Las pinturas más
primariosas que se pueden ver en las fotos de su celda son las que ha hecho por
su cuenta. Los supuestos autorretratos, más bien, tienen, en parte, la mano de
su maestro.
–Él es pésimo
pintando –se ríe, con mucha culpa, una de sus visitantes.
Antes tenía
momentos de euforia y podía pasarse toda una noche pintando (o trabajando en
cerámica) en el taller. Luego venía el bajón. Ahora, ni eso.
–A veces no
sabes ya de qué hablar con él –dice otra persona, que lo visitaba antes de la
campaña por el indulto–. Del pasado, de la política, igual se deprime.
Ese es, si uno
escarba lo suficiente en el razonamiento fujimorista, el principal motivo del
indulto: les da pena. Fujimori está flaco, viejo y triste. En privado, todos
admiten que no está grave. Incluso admiten que la herida en la lengua no es un
cáncer, aunque temen que podría volver. Tampoco niegan que sus condiciones
carcelarias son, por decir lo menos, aceptables.
–Pero se está
apagando. No queremos que se apague en prisión.
LOS BANDOS
Sin embargo,
como ya se indicó, el mismo Fujimori había descartado pedir el indulto. Se
estaban viendo otras alternativas legales, pero todos sabían que eran opciones
a mediano plazo, por lo menos. Hasta que el 23 de agosto de este año tuvo que
ser operado por quinta vez. El entorno se preocupó más y se empezó a discutir
en serio la posibilidad.
Menos de un mes
después, el 19 de setiembre, la lesión por la que había sido intervenido se
abrió. No había cicatrizado del todo. Fujimori volvió a la clínica San Felipe.
Todos entraron en alerta roja. Hiro y Sachi tomaron el primer avión rumbo a
Lima. Para muchos, el indulto era ya una urgencia.
Aquí es cuando
los bandos empiezan a entrar en conflicto. Por un lado está el albertismo, cuya
cabeza visibile, con vocación de bonzo, es Carlos Raffo. Junto a él están
Santiago Fujimori, Germán Kruger, Jorge Trelles, el congresista y médico de
cabecera Alejandro Aguinaga, entre algunos otros que han formado un verdadero
comando de campaña. Ya desde la quinta operación, ellos habían presionado para
que Fujimori diera su visto bueno para el pedido de indulto.
La oposición es
el keikismo. La ex candidata presidencial siempre ha temido que un rechazo al
indulto hunda más a su padre y que, además, el costo político sea insalvable.
Keiko tiene un entorno muy pequeño pero cerrado e influyente: Ana Herz de Vega,
la eterna asistente de Keiko, además de secretaria de Organización del partido,
y Jaime Yoshiyama. Keiko tiene la ventaja de ser el enlace con la bancada, el
partido y la familia, salvo Kenji.
Kenji es la
carta comodín de este juego. Es la persona más cercana a Alberto pero nadie
sabe muy bien qué pasa por su cabeza. Todos, absolutamente todos, temen que, en
algún momento, meta la pata espectacularmente. Pero hasta ahora no ha sucedido,
al menos no en la magnitud que se teme (sobre esto volveremos más adelante). Su
jefa de prensa es Rosario Enciso, una de las recordadas “geishas” de su padre.
Enciso y su esposo, Gustavo Ríos, tienen el mérito de haber contenido a Kenji.
–Charo Enciso y
Ana Vega son las “mamás” de Kenji y Keiko –dice un allegado a los Fujimori–.
Son como el remplazo de la madre ausente. Es una familia complicada.
Así fue como
Kenji, autorizado por su padre, a su vez aconsejado por Raffo, presentó la
famosa fotografía de la lengua. No era ningún cáncer ni tumor, como se dijo,
sino la cauterización de la herida. Pero era impactante. Querían ver cuál era la
respuesta del gobierno en esta situación.
Fue la peor
posible.
PISANDO EL PALITO
A los pocos
días, el presidente Humala declaró en el canal del Estado:
–No logro
comprender la conducta de sus familiares –dijo el presidente–. Todos sabemos en
el Perú que, para que un gobierno pueda decidir si indulta o no indulta a una
persona, tiene que haber una gestión de la persona interesada o de sus
familiares cercanos.
Los albertistas
creyeron, o quisieron creer, que más que un reto era una puerta abierta. El debate
interno fue feroz. Al día siguiente de la declaración de Humala, Raffo escribió
en Twitter:
–¿Qué vamos a
hacer? ¿Ir a llorar al entierro de Fujimori con el cargo de conciencia de no
haber hecho nada?
Y, luego, sin
ocultar quién era el objeto de sus furias:
–Yoshiyama usó
con Keiko la misma encuestadora que usaba el Doc para engañar a Fujimori:
Mayeutica.
Finalmente, el
keikismo retrocedió. Fujimori había decidido pedir el indulto. Los astros
estaban alineados: justo Humala había hablado cuando los cuatro hermanos se
encontraban Lima. Los cuatro harían la solicitud. Así se anunció el 28 de
setiembre.
A los dos días,
un domingo, el diario Correo publicó quizás la fotografía más cruda de todas,
que pasó desapercibida: se trataba del torso desnudo de Fujimori. “Continúa
perdiendo peso”, decía el titular. Raffo la movió en su Twitter y a través de
la cuenta oficial @HumalaIndúltalo, pero, quizás porque era domingo o quizás
porque se decidió que era demasiado denigrante, la imagen no circuló mucho. Fue
el primer misil de prueba.
EL “FUJIMORING”
El miércoles 10
de octubre los hermanos presentaron el expediente médico sustentatorio del
pedido de indulto. Dentro, como parte del expediente, se encontraba la ahora
famosa fotografía de Fujimori echado en una cama con gesto de dolor.
El sábado 13 la
controvertida imagen salió a la luz y nadie sabe cómo. Algunos congresistas
fujimoristas, incluso, sospechan del gobierno. Solo la familia, los abogados y
los médicos habían tenido acceso a ese expediente. Ninguno de ellos, aseguran,
sería capaz de filtrar esa fotografía.
–Da rabia, esa
no es la imagen de un líder –dice un congresista–. ¿Para qué vas a sacar esa
foto cuando tienes 65% de aprobación al indulto? ¿Para que la gente se burle?
No puede haber salido de nosotros.
Eso solo
demuestra lo ajenos que están la mayoría de congresistas del núcleo de la
campaña proindulto. Sin embargo, en su momento, la imagen habría contado con la
aprobación de la familia y fue difundida no solo por Carlos Raffo sino también
por la bancada fujimorista.
Tanto Raffo
como Alexei Toledo, jefe de prensa de la bancada, aseguran que simplemente se
limitaron a difundirla a pedido de los medios, que ellos no fueron la fuente
original. Dicen la verdad.
–La foto es
parte de un expediente médico y apareció por primera vez durante una entrevista
al doctor Aguinaga en RPP –dice alguien bastante más enterado–. Suma dos más
dos, pues.
Por supuesto,
ahora nadie quiere admitir responsabilidad en el fiasco. Las burlas en las
redes sociales –un fenómeno bautizado como “fujimoring”– afectaron a todos,
especialmente a la familia. Con este descalabro se terminaron de partir las
aguas entre el albertismo y el keikismo.
SORPRENDIENDO A LA FAMILIA
Lo siguiente
fue, más bien, una demostración de poder de Carlos Raffo. Para mediados de
octubre él consideraba que habían ganado ya dos batallas claves: la legal (el
mismo César San Martín había dicho que podría otorgársele el indulto) y la
médica (pues no se necesitaba una enfermedad terminal para solicitarlo).
Entonces fue
que algunos sectores empezaron a exigir que Fujimori pida perdón al país. A
Raffo se le prendió el foquito.
El jueves 18 de
octubre, al mediodía, había pleno del Congreso de la República. Un congresista
de la bancada, aburrido, empezó a ver su cuenta de Twitter.
–Último minuto:
Panamericana presenta cuadro de Alberto Fujimori en el que pide perdón
–escribió @CarlosRaffo, anexando una imagen de la frase “Pido perdón por lo que
no llegué a hacer y por lo que no pude evitar”.
En ese
instante, con varios soniditos y zumbidos, la misma imagen llegó a todos los
celulares de los miembros de bancada fujimorista, que empezaron a mirarse
desconcertados entre sí. Alguien se las había reenviado a la lista de correos
que comparten. De pronto, Kenji Fujimori se paró de su curul, con la misma
expresión inescrutable de siempre, y se fue del pleno.
Ni la familia
ni el partido tenían la más mínima idea de que esto iba a suceder. Los
albertistas lo habían cocinado en silencio, luego del fiasco del “fujimoring”.
Esa misma
noche, Keiko apareció en el programa de Althaus a lamentar “que se haya
sustraído la foto” del expediente médico. Además, admitió que no había tenido
conocimiento del pedido de perdón de su padre.
A los pocos
días, Kenji declaró en una entrevista que Raffo estaba “vulgarizando” el tema
del indulto y dijo, a su modo, algo que muchos temen: que Raffo se esté
aprovechando de la vulnerabilidad emocional de Fujimori. “Esa forma de pedir
perdón”, aseguró, “no es su estilo”.
–Ese es –dijo
Kenji– un mensaje anfibológico.
Durante unos
días, Raffo no le respondió. Hasta que, durante una entrevista en internet, le
tendió una rama de olivo:
–A Kenji le han
hecho creer que yo soy el pulpo que maneja todo. Hubiera sido más fácil si me
llamaba y me preguntaba. Ya nos juntaremos.
Y,
efectivamente, se juntaron.
LA ESTOCADA DE LA CELDA
La semana
pasada, los informes de este diario pusieron en alerta al fujimorismo en pleno.
Todos, incluso los miembros más despistados de la bancada, sabían que la
ministra había inspeccionado la prisión de Fujimori junto a un fotógrafo y un
camarógrafo. Para ellos, plantear el tema de las condiciones carcelarias era
síntoma inequívoco de que la publicación de esas imágenes era inminente.
Por eso es que
Kenji apareció en esa conferencia de prensa con el plano del penal de
Barbadillo. La idea de Raffo, con quien Fujimori hijo se reconcilió durante un
desayuno, era forzar la aparición de las fotografías.
El problema
está en que Raffo sugiere, Alberto ordena y Kenji ejecuta. La transmisión de la
idea-fuerza (“son solo 14 metros cuadrados”) se perdió en el camino y su
ejecución, nuevamente, desató críticas y burlas, incluso de gente favorable al
indulto.
El otro
problema era más grave: sabían que se venían las fotografías de la celda, pero
no tenían ni idea de qué contenían las imágenes. Tampoco esperaban su
publicación simultánea en tres diarios. Pensaban que sería a través de una
conferencia de prensa del INPE. Jamás imaginaron lo que se venía.
Al cierre de
esta nota, llegó la respuesta: Fujimori ha solicitado dar una entrevista a RPP.
Pero va a ser difícil remontar algo como esto.
–El golpe ha
sido casi fatal –admite un albertista.
Obligados a
admitir que las lesiones en la lengua no son tumores cancerosos, que Fujimori
no se encuentra en estado terminal y que sus condiciones de encierro no agravan
su salud, los argumentos para pedir el indulto se han reducido a lo que
verdaderamente son, en privado: les da pena. Les parece injusto que “el mejor
presidente del Perú” vaya a morir en prisión. A eso se reduce todo.
El error fue
que nunca dijeron eso. El keikismo decidió que la batalla sería humanitaria y
no política. Se negaron a sacar a la gente a las calles. Mantuvieron a la
bancada al margen (aseguran que temas como el de Roncagliolo, por ejemplo, no
tienen nada que ver con el indulto). Los argumentos nunca fueron políticos,
sino humanitarios, su salud, su encierro. Argumentos que han sido desbaratados
uno a uno.
Esa decisión,
además, sacaba de juego a la lideresa política y abría la cancha a gente con
experiencia en la manipulación emocional, es decir, Raffo. El publicista
asegura que no tiene la más mínima intención de volver a la política y que todo
esto lo hace por un amigo “al que he visto solo y abandonado”.
–He mandado al
diablo toda una chamba de un año y medio de despolitización de mi imagen –dice
Raffo–. Tampoco es por plata. Ya un par de clientes me han cuadrado.
Con la
publicación de las fotografías parece disiparse toda esperanza del indulto. Al
albertismo solo le quedará quemar hasta el último cartucho. Al keikismo, hacer
control de daños y pensar en el 2016. A Alberto Fujimori, por el momento, solo
le queda pasar la página de este diario y prepararse para su entrevista.
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