Escribe: Juan Manuel Guimarey Schreiber
Se
acaba de cumplir un mes desde que se inició la huelga magisterial a nivel
nacional, la misma que en breve podría llegar a su fin gracias a iniciativas
surgidas de diferentes esferas, menos del Ministerio de Educación.
En
esta lucha, que no solo considero justa, sino postergada por los propios
docentes y padres de familia, lamentablemente carentes de responsabilidad, los
únicos perjudicados son los niños y adolescentes del Perú.
Si
bien el currículo escolar ha sido unánimemente tildado de caduco por los
conocedores de nuestra problemática educativa, dejar de escuchar clases por un
tiempo tan prolongado, causa estragos irrecuperables en la formación de los
estudiantes.
Un
niño que hoy cursa el primer grado egresará el 2023. Cumpliremos con las metas
trazadas en el Plan Bicentenario para el 2021? Así como van las cosas, la
respuesta parece obvia.
Si
a estas paralizaciones le agregamos los incontables feriados de nuestro calendario, el problema es
mayor. En ese ansiado Bicentenario,
nuestros egresados de la escuela pública difícilmente podrán competir con sus
congéneres de colegios privados. A ellos, hijos de familias con menores recursos,
los hemos condenado a seguir en la pobreza, realizando labores de último rango,
remunerados con sueldos mínimos que ni siquiera cubrirán sus necesidades
alimenticias.
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