Hoy por la tarde la realidad nos disipará dudas. La
verdad de las eliminatorias siempre la dio la tabla de posiciones. Nunca
ganamos en La Paz, ni con los grandes jugadores de antaño, ni con aclimatación,
computadoras, estudios, nutricionistas, motivadores o chamanes. En los últimos
20 años solo anotamos dos goles en el estadio Hernando Siles. Jugamos seis
veces, perdimos cinco, empatamos una vez, nos hicieron nueve goles. Esa es la
dura estadística.
Markarián ha decidido asumir un inmenso riesgo, el de la
improvisación. Decir que lo del Cusco es planificación no es una muestra de
ignorancia, es pura genuflexión periodística. La ilusión del hincha es
comprensible, lo han bombardeado de sueños y la verdad sea dicha, los niños no
deben pensar mucho en tácticas o estrategias, solo desean disfrutar de su
deporte favorito.
Es por eso que no creo que hoy podamos salir airosos. Por
el contrario, estimo que Azkargorta no la podría tener más fácil y es por ello
que asumo que se están poniendo todas las balas al partido de Asunción. Ojalá
no tenga razón porque quiero a mi país y estoy harto de verlo perder. Pero creo
que perdemos y, si es el caso, no haré leña de los jugadores caídos. Ellos son
solo fichas en el ajedrez re-eleccionario de Manuel Burga. Eso, al fin y al
cabo, es lo único que le interesa al incapaz. Si empatamos aplaudiré y si de
manera inopinada ganamos, asumiré que me equivoqué de cabo a rabo. Que así sea.
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